Agachó la mirada, se acercó y después de desnudar sus rodillas se colocó a cuatro patas y lamió mi zapato. Me fascinó. Fue de esos inviernos que no se olvidan. En su sumisión aprendió a dominarme. Después se esfumó, se llevó consigo las fustas, el cuero y mis últimos azotes. Aquí estoy, con el alma en carne viva, conociendo el único dolor que no puedo comprender.
sábado, 25 de febrero de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario